Toro, Valle del Cauca
Escritos, Crónicas o Poesía

Una Muestra del Talento con las Letras de Nuestros Toresanos

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Enriques Marmolejos no nacen todos los días, si nacen, los traen cigüeñas con alas de cartón.


 
     
 
Leopoldo Enrique Marmolejo Roldán, el hijo de don Chucho el boticario, único en el oficio en Toro durante mucho tiempo: recetando y vendiendo medicamentos. Bajo un fuerte sol de agosto, don Joaquín Valdés(agonías) notando deterioro en su salud, y presa de un cruel desespero, requirió de sus servicios. - Don Chucho, que me receta usted para una persistente diarrea que se anida en mis intestinos, todo por comerme un tamal mal cocido. Don Chucho lo miró soslayadamente, frunció un poco el ceño, caminó cuatro pasos, luego tomó de uno de los entrepaños una caja con pastillas, y, acercándose de nuevo, le entregó la medicina al solicitante. Don Joaquín(agonías) leyó atentamente el para qué de las pastillas, un poco confundido entra en un breve marasmo al cabo del cual, exclama. - ¡Don chucho, estas pastillas son para la tos! - ¡sí, pero no es, sino que tosa y verá. -´respondió el boticario-.
Mejor persona que boticario, don Chucho. En la escala de ilustres personajes Toresanos, ocupó un lugar preponderante este patriarca. Tristemente, una noche sin luna, y de vientos que murieron sin agonía, observo impávido como su farmacia ubicada frente al bar regina ardía en llamas. Siendo yo apenas un cachorro de melena larga y hábitos pueblerinos, ante aquel deplorable espectáculo, inmediatamente evoqué una pieza musical que en alguna de sus estrofas reza: “donde hubo fuego las cenizas quedan”. Don Chucho, el padre de Leopoldo Enrique Marmolejo Roldán, célebre toresano, de charreteras como su padre. De amplio reconocimiento, tanto en el ámbito cívico como el social. Cualidades acrisoladas igual que el oro, desde su asta, hasta el último girón de la bandera que siempre empuñó. Como buen Leo (signo zodiacal), Leopoldo Enrique desde muy joven mostró su casta de líder nato, logrando casi siempre lo que se propuso.
Su actividad laboral la inició como bibliotecario del colegio Fray José Joaquín Escobar, donde tuve la dicha de tenerlo como orientador de mis primeras lecturas. Siempre lo vi poniendo orden; pero a su vez con un libro abierto sobre su escritorio. Amigo, antes que profesor, fue mi sensación el compartir con él seguido de pasar a hacer parte de la planta de profesores. Un artista Leopoldo Enrique, con un potencial enorme: un enamorado del cine, actor de corto metrajes, dibujante de fino lápiz, se asomó a las artes plásticas, también a las audiovisuales, fotógrafo, las manualidades sí que le simpatizaron. Fue un revolucionario en el colegio en estas lides.
Fue un ambientalista y animalista acertado, y un taurino equivocado. El tiempo le proporcionó la dicha de establecer la diferencia entre matar y lidiar sin maltratar a un toro.
Melómano de la escuela de Leo Dan y Leonardo Favio, seguidor de los boleros de Bienvenido y Leo Marini, amante de las rancheras de José Alfredo Jiménez y Antonio Aguilar.
Practicante furibundo del axioma de Tarzán: no soltar una liana hasta no tener lista la otra. Etéreo, melifluo y elocuente. Garantía Icontec, para un líder de líderes. Un liderazgo como el suyo no pudo estar ajeno a aspirar ser el alcalde de su tierra. Se lo propusieron; lo pensó, maduró la idea, y, para bien de toro, con un amplio respaldo popular fue elegido en el año 1990 como el segundo alcalde electo por votación popular. De la mano con los otros dos poderes: legislativo y judicial, efectuó una alcaldía de puertas abiertas a las comunidades y ejecutó obras de primer orden en el pueblo.
Extraordinario ser humano Leopoldo Enrique; no solo lo manifiestan sus cercanos, sino todos aquellos que tuvimos la fortuna de compartir con él. Pueden corroborarlo: Gloria Patricia, María Isabel, Miriam Lucía, Diana Marcela, Alejandra María, Diego y Leopoldo Enrique. Sus siete hijos que, junto con sus ocho nietos, hoy se enorgullecen de llevar sus genes. Padre y abuelo de fina estampa, y, como compañero sí que más. Lo dice doña Blanca Irene Sánchez Bermúdez su amiga y esposa durante casi 40 años.
No fue muy dado a la vida bohemia. De allí que no se lanzó a la perdición de bares de copas, Tampoco posó de fanfarrón; y, aunque antes de doña Irene hubo otra esposa, no le dio cabida en su repertorio de galán a aquel desgastado discurso: “yo solo te conté mi media vida al revés que, no es igual que media mentira.
Enriques Marmolejos no nacen todos los días, y, menos los traen cigüeñas con alas de cartón. Tan valioso como muchos toresanos, pero tan singular en cuestiones de liderazgo. No fue un deportista destacado; sin embargo, lideró la campaña para que la construcción del estadio 15 de agosto fuese una realidad. Hoy, es uno de los estadios más bonitos del Norte del Valle. el cine primordial dentro de sus afectos, hizo que se despertara en él su interés para que, en toro, se llevará a efecto festivales relacionados con el séptimo arte. No fue él quien lo logró; si fue artífice para institucionalizarlo.
Hablar de urbanización “la tiza”, es hablar de Leopoldo Enrique Marmolejo Roldán. Es importante y bello sector Toreño posee su vestigio. Todas sus iniciativas las condensó Enrique en obsesión; una de ellas, “la tiza”. Fue así que, acompañado de otros docentes Toresanos, condujo este sueño a buen puerto.
Contribuyó como gestor para que en la “quebrada la grande”, específicamente en su paso por el corregimiento de “San Antonio” se construyera un colector en un punto estratégico. Colector en el cual vierten las alcantarillas sus aguas. A partir de su construcción, los vecinos de este importante sector empezaran a respirar un nuevo aire.
Motivó al compositor Ricaurte Maldonado, para que su musa pusiera sus ojos en Toro, y, le escribiese un pasodoble. “Dicho y hecho”, en magistral interpretación de Alberto Gómez, hoy podemos disfrutarlo.
En alianza con otros ambientalistas toresanos, en su orden: profesora Miriam Arce y profesor Óscar Naranjo, manifestaron férrea oposición al relleno sanitario que, se proyectaba construir cerca al corregimiento de “San Francisco”; proyecto de momento abortó.
Y, de tantas iniciativas suyas, la máxima, con sabor a satisfacción: la plaza de toros, escenario que lleva su nombre. En la administración del doctor Julián Bedoya, y por decisión de él como alcalde, dos meses previos a la muerte de Enrique, le concedió otro destino a la misión de la plaza. CENTRO CULTURAL Y ARTÍSTICO LEOPOLDO ENRIQUE MARMOLEJO ROLDÁN (ya no, plaza de toros).
Enrique vivía a plenitud “EL CARNAVAL DE LA ALEGRIA “en las fiestas patronales celebradas el mes de agosto. Narraba el paso a paso de las carrozas y comparsas, tanto para tele pacífico como para otros medios de comunicación. Es de destacar tambien que fue el pionero en la realización de festivales de la canción a nivel departamental con sede en Toro Valle
Reiteró: un bacán y un visionario este man. Integral como pocos. Durante su administración no se le escapó corregimiento, y, menos vereda por visitar: San Antonio, San Francisco, la chica, el cedro, Sabanazo, Patio Bonito, La Robleda, La Consolida, Santa Elena, chontaduro, La Quiebra, El Bosque, Ventaquemada, El Roble, Buena Vista, el guineo, Pan de azúcar, Bolívar, La Pradera, El Guácharo, La Cayetana, San José de los osos, La Colonia, y Chimbal.
Siendo un adulto mayor; pero sin aparentarlo, una, enfermedad coronaria le paso factura y provoco que se nos adelantara en el camino. Todo un pueblo lamentó su partida y lo acompañó en sus exequias. Su velorio en Cámara ardiente, transcurrió en tres locaciones: salón de bomberos, instalaciones del Consejo Municipal y en la biblioteca del colegio Fray José Joaquín Escobar.
Un sueño que no pudo realizar, pero que siempre estuvo latente en su querer hacer, fue la construcción del Museo Arqueológico y temático dentro de las instalaciones del “Parque recreacional”.
Este sueño lo tuvo a “pipo y cuarta”. sería muy bueno que alguien en Toro se apersonara de esta idea, y, la llevarán hasta su culminación.

Wilson Ceballos Buitrago
Lunes 04 de Octubre de 2021