Vemos cómo toda esa historia de amor y de esperanza, de forjarsen un porvenir, logró que el novio o la novia llevase a su pareja a vivir a otro sitio o región alejada de sus padres, y fue tanta la atracción mutua, la comprensión, ese “flechazo de Cupido” , y lógicamente con cierta dosis de pasión, que en ese momento de definir la relación, lo importante era vivir juntos, comenzar una nueva vida, en la que luego tendrían sus descendientes, sus hijos, teniendo en sus perspectivas todo un mundo de ilusiones, de ambiciones, de felicidad, de entregarsen el uno al otro. Y así dicha pareja “oficializaba” su relación y se trasladaban a vivir a otra región, que podría ser la tierra natal de uno de ellos, y el otro parejo(a) dejaba a sus padres, familias y amigos, todo por ese amor del que habían quedado “prisioneros”, impregnados e ilusionados.
Luego con el tiempo tuvieron sus hijos y sigue la misma historia, en que sus hijos también conocieron sus parejas, formaron sus propios hogares y se alejaron algunos de ellos de sus padres, para vivir en otra región.
Hasta aquí, la historia ha sido fácil de asimilar, ha sido todo de un ambiente ameno, agradable, todo dentro de la lógica natural. Pero al pasar más el tiempo, los enamorados del ayer y que ahora ya fueron padres, ven trascurrir el tiempo, y con este paso de los años y los problemas de salud, fallece uno de los dos, y aunque es dura la situación de la viudez para cualquiera de ellos, es especialmente más difícil o triste para el que había venido desde otro lugar, pues ahora se siente desprotegido y medita sobre el rápido transcurrir de los años, y recuerda y añora todo ese ambiente anterior, de todo ese amor y pasión con su pareja en aquel tiempo “añejo”, en el que se alejó de su propia familia y amistades y en la que emprendió con su pareja otros rumbos, para formalizar su relación de casados o de vivir juntos, y en la que llevó consigo en ese tiempo toda una “canasta” de ilusiones, y que ahora ya vive otra realidad.
Pero también llega luego el fallecimiento de sus padres, que vivían en su tierra natal, y a ésto se le junta la situación de “deserción” de sus hijos. Y así, las persona aquella que vino de otro lugar a formar su hogar con su pareja, y que ahora ha quedado viuda(o) y también sus hijos han formado sus propios hogares y los padres han fallecido, ve cómo se va quedando sólo(a), se siente abandonado(a) y se puede dejar “invadir” por la amargura, por la depresión, ahora ya es otro amanecer el que lo acompaña. Ya son otras circunstancias, ya lo vivido es parte de un pasado y debe adaptarse al nuevo ambiente o época, y especialmente al mundo actual, en el que todo está mecanizado, todo es más artificial, debe “acoplarse” a las nuevas circunstancias y tecnologías, para no quedarse “anclado” en el pasado, y actualizarse con los nuevos “parámetros” que trae el desarrollo industrial, científico y tecnológico, y así no sentirse “desplazado”, …y no caer en la desazón o “angustia existencial” (Jean Paul Sartre) , que nos alejaría más de una posible felicidad. Y para tratar de plasmar o dar una imagen real, de la situación anterior que estoy relatando, voy a ejemplarizarlo con 2 casos, del que soy parte consecuente de esas historias, a continuación:
A - Primer ejemplo : mi abuelo paterno José María “Chepe” Castro Valle, hizo un curso de fotografía en la ciudad de Palmira (Valle), aproximadamente en los años de 1.916 y 1.917 (conservo un escrito suyo con su letra con fecha de Febrero de 1.916, donde anotó los componentes del revelado en el proceso de la fotografía) y en ese entonces conoció a su futura esposa Margarita Luna López, recién egresada de Normalista de la Universidad del Cauca, en la ciudad de Popayán (1.910 a 1.915), y ellos enamorados y con un cúmulo de ilusiones se vinieron a vivir a nuestro pueblo Toro, aproximadamente en el año 1.918, alejándose la abuela Margarita de su padre (ya había fallecido su madre), el cual debió sentirse muy triste, porque su hija hacía poco había venido de terminar su estudio, en Popayán, y también había estado alejada en sus 5 años de estudio, y ahora, enamorada, nuevamente se alejaba siguiendo los “designios” de su pareja, y además poco conocía de la familia de su yerno y del lugar a donde iba a convivir, posiblemente llenándolo más de desconcierto. La abuela Margarita, desempeñó luego su profesión de educadora acá en Toro y fue de las primeras maestras del colegio Nuestra Señora de la Consolación. Con el pasar del tiempo mi abuela quedó viuda, y me contaba cómo ya se sentía sola, después de estar acompañada por su familia y ahora verse en las circunstancias de ya no tener a su esposo y que todos sus hijos ( Gerardo, ”Pepe”, Mario, Teresa, “Manolo” ) se habían casado formando sus propios hogares. Y cómo por amor, vino a vivir a Toro, alejada de sus padres, y recordemos que en esa época se trasladaban en barco o vapor a través del Río Cauca (un ambiente más romántico), y desembarcaban en Puerto Toro, cerca a la hacienda La Pepa. Pero ahora, se sentía desprotegida, sin ilusiones, añorando el pasado, recordando sus buenas y destacadas amistades con las que había tratado, y reviviendo los años en que se desempeñaba como educadora en el colegio Nuestra Señora de la Consolación, queriendo volver a enseñar para sentirse acompañada y útil, pero tampoco se ayudaba porque por caprichos de la edad, no permitía que nadie la acompañara en su casa. También recordaba sus buenas amistades acá en Toro, y entre ellas, las Hermanas de la Comunidad de La Providencia, que fueron las fundadoras de dicho colegio en 1.924.
B- Segundo ejemplo : mi abuelo materno, Miguel Angel Castillo, vivía en su tierra natal Yotoco (Valle), y en sus años de juventud fue acólito en la parroquia de dicho municipio, y el sacerdote de ese entonces, José Saulo Torres (oriundo de San Francisco - Toro), le tomó aprecio y le ofreció llevarlo a Toro para que estudiara y que sería tratado como de su familia, y así viajó (1.917) y conoció en nuestro municipio a su futura esposa, Beatriz Lemos Torres, sobrina del sacerdote. Y acá también la historia trata del tema de alejamiento, de uno de los enamorados de sus seres queridos, en este caso, de mi abuelo Miguel Angel de su madre, con la diferencia de que se quedó acá en la tierra de su esposa y no en la de él. Al pasar el tiempo, mi abuelo quedó viudo, y recordaba con melancolía, los momentos alegres de vivir acompañado con su esposa Beatriz y con sus hijas ( Ruth, Orfa, Beatriz, Ángela ), y ahora ya se sentía sólo, a pesar de que las hijas frecuentemente lo visitaran, y también recordaba con nolstalgia el momento crucial, en su pueblo natal, cuando le contaba a su madre (Sabulina), el ofrecimiento del sacerdote para vivir en otro pueblo, donde se distanciaría de su querida madre y de la familia y amigos, con la ilusión de un mejor mañana, y también tener en cuenta el dilema en que se encontraría ella, pensando si lo dejaría ir, con la incertidumbre de si le iría bien o no, y su tristeza al saber que se separaba de su hijo y si lo volvería a ver, o darle la posibilidad de un mejor futuro. Y el abuelo llegó a nuestro municipio Toro, desempeñando primero el oficio de corista de la iglesia, donde tocaba el armonio y cantaba solemnemente en idioma Latín, que debió haber aprendido del sacerdote José Saulo, y orgulloso porque en el transcurso de su vida acá en el municipio, había desempeñado varios cargos en la administración pública, y fue gustoso de la ganadería, pero lo que más lo había “ligado o afianzado” a nuestro municipio, fue el haberse enamorado de mi abuela Beatriz, y con la ilusión de forjar su destino al lado de su familia. Pero en ese momento, en la situación de viudez, antes de volverse a casar nuevamente, también añoraba los viejos tiempos, y a veces se sentía desubicado en un mundo diferente, al que debía seguir su ritmo, con las innovaciones propias del trajinar de los años y el avance tecnológico. Luego, el abuelo Miguel Angel, se ilusiónó nuevamente y se volvió a casar ( Graciela Cardona, de Roldanillo ) , lo que le ayudó a rehacer su vida, hacerla más amena y así comenzó otra etapa de su vida.
Recordemos, como lo expresé en la primera crónica, que las comunicaciones en la primera mitad del siglo XX, no eran como hoy en día, con tanto avance, aún no existía el internet o el celular, pues era a través de los mensajes lacónicos del telégrafo , del teléfono de pila , del telegrama y de cartas, haciendo más tristes y angustiosas las separaciones, porque para saber de la otra persona habría que esperar el transcurrir de un tiempo.
Observamos, que en el trascurso de nuestras vidas, vivimos de ilusiones, de esperanzas, de quimeras, de sentimientos amorosos y fraternales, de metas por alcanzar, y con el transcurso del tiempo estamos expuestos a muchos cambios o eventualidades, que nos toca asimilarlas, y también adaptarnos, a veces a la fuerza, a las nuevas circunstancias del ambiente y/o de la época y de la vida misma, como las situaciones relacionadas o comentadas anteriormente, en que después de tanto amor con la pareja y de haber formado un hogar, luego con el transcurso del tiempo, llegan situaciones como el alejamiento de los hijos, el fallecimiento de los padres, la viudez, la cual es más dolorosa cuando la persona que ha quedado viuda, originariamente proviene de otra región, porque se siente desprotegida(o), abandonada(o).
Y la otra situación, es que con el paso de los años, debemos adaptarnos a las nuevos cambios o innovaciones, provenientes del desarrollo de la tecnología, de la industrialización, de los logros de la ciencia, porque si no quedamos “relegados” y viviendo del pasado, y así no convivir en un mundo extraño y mas bien hacerlo parte de nuestras vidas, y sentirnos “acoplados” con el mundo o época del momento, para no llegar a una inestabilidad emocional . También puedo decir que es muy real y tangible, que con el trascurrir de los años, la vida se vuelve más mecanizada, menos humana, y hasta los valores éticos y morales pareciesen que se fueran perdiendo o desvirtuando y donde los sentimientos amorosos tienden a que ya no fueran tan sinceros o románticos como los de épocas pasadas ¡ ¡.